Saturday 27 November 2010

El final no existe

La humedad no puede combatirse. El hielo invisible se cuela entre las rendijas de esta bufanda que hoy parece no querer abrigar y un girs de tormenta de nieve se cierne sobre londres, amenazando con helarnos la piel a su paso. Esta repentina llegada del invierno nos desfigura el rostro, ocnviertiendo el color rosado de nuestras mejillas en un tono palido mas a juego con estas fachadas que adornan el paisaje ingles.
En una calle de cuyo nombre no quiero acordarme, sale humo de las tarjetas de credito, de las suelas de goma de las botas de falso cuero que se tropiezan por llegar al piso tecero del almacen de turno donde todo esta listo para que el publico pique y la rueda siga girando.
Donde queda el ruido armonioso del verano ahora que el frio lo cubre todo de un silencio sepulcral? Donde volaron las golondrinas de Becquer? Emigraron a un paraiso de cielos mas amplios, de almas mas limpidas e inocentes. Donde encuentro al mago que me de alas para llegar alli, para que desaparezca este batallon de turistas con sus historias para no dormir y sus mapas de tesoros por descubrir?
Estoy en la recta final de mi aventura; la meta se vislumbra a unos meses de distancia, y veo que me espera ansiosa. Yo estoy alli, aguarndandome, deseosa de verme llegar arrastrando una nueva vision del mundo que me queda por descubrir. Aun tengo fuerzas, aunque a veces flaqueen a pesar de que la dificultad no es tan apabullante. Tengo fuerzas para conseguirlo, para conquistar la incertidumre y blandir este arma cargada de curiosidad, de interrogantes que jamas seran resultos frente aquellos que se crucen en mi camino. No para destuir, sino para compartir y seguir aprendiendo.
Me veo dibujando con los pies un nombre en la orilla de un mar que no me conoce, pero me deja abrazarlo; me permite recostarme en su corona de espuma, mientras me envuelve en arenas y sal.
Vuelo con mis pies atados al suelo. Quiero contarte tantos cuentos. Los empiezo asi, en una cafeteria de Russell Square, a la hora punta en la que los clientes se calientan con un almuerzo de jacket potatoes y mozzarella paninis que les de fuerzas para salir a sacar fotos y buscar souvenirs que llevar a casa.
Lo empiezo viendote cruzar la calle, enfundado en tu cazadira negra, con tu alto y desgarbado cuerpo de post adolescente desafiando el frio, ajeno a este deseo que arde de forma incontrolada y anhela una sola cosa.
El final...El final no se escribe. No existe.

No comments:

Post a Comment