Paseando junto al río, me vienen a la memoria las tardes sin compromisos, las horas que, gobernadas por nuestra curiosa impaciencia, nos parecían interminables y abarcables para disponer de ellas a nuestro antojo.
Ahora que parece que todo ha cambiado tanto mientras que lo más importante permanece incorrupto por el paso del tiempo, empiezo a entender el idioma de los árboles, que son más viejos y más sabios.
Los atardeceres delienan esas montañas que solían establecer los límites de mi mundo. Su secreto ha sido desvelado: lo que subyace al otro lado no es tan distinto, aunque todavía me sigue intrigando sobremanera y su descubrimiento alienta mi empeño y me desmorona cuando echo de menos este rincón, este paisaje, este lugar en el que todo tiene sentido y en donde las voces interiores se acallan y me dejan encontrar la sintonía con el mundo.
Ese mundo ajeno que un día me pareció tan misterioso, se derrite ante mi deseo de explorarlo, y yo me veo incapacitada para hacer oidos sordos a semejante súplica.
Este mundo que gira, que levanta y destruye muros constantemente, que a veces se nos escapa en un suspiro... Este mundo se desvela ante mis ojos, ante mi mirada atenta que aquí si puede otear las estrellas que dibujan mi destino y me marcan el rumbo.
Al compás silencioso de la fuerza de gravedad que reclama mis raíces, vuelo a ras de suelo para engañar con mentiras piadosas los reclamos de mi sangre por beber de la fuente de la que emana.
Mi misma sangre que en su día se sublebó y me empujó a emprender un largo viaje con tan solo el pasaporte y el recuerdo por acompañantes, me traiciona de vez en cuando ante los vientos gélidos y límpidos del Norte al que pertenece. Comprende y anhela, permanece y cambia. Nativa e intrusa, se cuela por mis venas y atisba el escenario que nos rodea...Siempre desubicada y caprichosa, aquí sabe que tiene un lugar para ser.
Cuesta reconocer lo que ha hecho de mi la ausencia de este rocío, de las tardes púrpuras al borde de la corriente dulce. Pero la estabilidad de este mundo que siempre será mío. devuelve el equilibrio a mi alma vagabunda, los sueños a mi cabeza descarrilada y el color a mi pálido rostro.
Se trata de un acto irracional, de un pensamiento no forzado, de un tener sentido sin necesidad de explicaciones ... Algo que se parece bastante al amor que tenemos o tuvimos, que deseamos o con el que ahora mismo construimos un futuro menos incierto. Un tipo de amor leal, incondicional, de esos que siempre están ahí.
Y ahí permanecerá cuando nos hayamos ido, lo que nos recuerda cuán parte del todo somos, qué pequeños en nuestras ansias de grandeza y que afotunados de tener un paraíso al que allegarnos de vez en cuando a beber de su perenne manantial cuando el desierto de la vida nos parece interminable.
Y justo ahí, aquí, continúa existiendo esta amistad que, tezudamente, se resiste a sucumbir al paso del tiempo que hace que dos se conviertan en tres y uno se quede penstivo y agradecido de ser testigo y formar parte del cambio que cambia todo menos a nostros.
Raquel
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